En sonora tenemos riqueza de todo tipo una de ellas es el chiltepín, ese pequeño oro sonorense que nos brinda la naturaleza que no merece ser regalado por el proceso de recolección tan artesanal.
El nombre de chiltepín proviene de dos expresiones de la lengua nahual, “chili” que significa chile y “tepin” que significa pulga; el chiltepín es muy conocido en nuestro estado y también en Sinaloa, en el resto del país se come más el chile piquín; éstos se diferencian por su forma y sabor, el chiltepín es redondo y extremadamente picante, mientras el piquín es menos picante y su forma es alargada.
Sin duda alguna si hablamos de cultura, precisamente ahora que se ha reducido el presupuesto a algo tan indispensable para un tejido social positivo, también tenemos que hablar en este caso de las plantas que conforman una cultura sonorense. El pequeño fruto silvestre que se da en regiones del Río Sonora, la Sierra de Álamos y otros puntos de la Sierra de Sonora, también es usado como medicina tradicional desde nuestros antepasados.
Entre las etnias sonorenses el vocablo chiltepín se transforma a coquée quizil que significa chiles pequeños en la etnia comcaac, los yaquis lo llaman Koko'im, los mayos le llaman Juya Kokori que significa chile de monte, los guarijios Kokori, mientras los pimas y pápagos Ko'okol, con esto quiero señalar que esta baya picante sonorense ha existido en nuestra cultura desde siempre.
Incluso el significado de Cócorit, pueblo yaqui, proviene de la palabra chile en lengua indígena. Que por cierto aprovecho para invitarlos a visitar Cócorit, un pueblo literalmente pintoresco, ya que la mayoría de las casas del pueblo tienen una decoración particular con grandes murales adecuados a la arquitectura de los cálidos hogares; la mayoría realizados por la artista Edda María Chávez García, promotora cultural de esta comisaría que hace un par de años caminé enamorándome de su magnífico arte visual.
Retomando el tema del chiltepín, de sus grandes usos es para sazonar nuestra comida regional, un wakabaki (cocido) no es igual si no se le añade un poco de oro rojo, y qué decir de un menudo hecho a la leña o un caldo de queso que toma un sabor distinto con el Kokori molido dentro de un chiltepinero de palo fierro que podemos encontrar desde el más rustico en 10 pesos en el centro de la capital o algún otro más elaborado con la figura que menos podríamos imaginarnos en palo fierro llena de un arte sonorense.
Como medicina tradicional se usa para dolores de muela, oído, reumas, ulceras, también para combatir la tos, la gripe, gastritis, hemorroides, parásitos, entre otras enfermedades. Un chiltepín de ajo o también conocido como pico de gallo después de una buena amanecida o si se siente debilidad en el cuerpo es muy bueno para ‘volver a la vida’, se realiza con sal, orégano, cubito de pollo, pimienta, ajo, cilantro verde al gusto y por supuesto chiltepín, todo se revuelve con agua hervida. Ese es un típico remedio antiguo que ha trascendido de generación tras generación.
Gracias a la habilidad de Francisco Alfonso López Robles, agricultor del Río Sonora, hay chiltepín para rato, ya que encontró la forma de cultivar el oro rojo sonorense sin que éste perdiera su sabor.
Tras varios intentos durante la siembra del chiltepín injertado logró conseguir la semilla para cultivarlo, esto adelantándose a un futuro de escasez de la pequeña planta tan valiosa de Sonora, claro que los ambientes para su siembra deben de ser los más asemejados a la Sierra del estado. Es por ello que los agricultores de la ruta de Río Sonora a faldas de los cerros de estos municipios hacen sus siembras.
No es algo sencillo, porque para que dé el sabor similar al chiltepín del monte, que es por llamarlo ‘el original’ se debe de tener ciertos principios, como el esperar las lluvias de verano, ya que el riego no ha sido nunca la forma idónea de su naturaleza. Es una planta que debe de tener estrés por déficit hídrico para que el chiltepín contenga esas propiedades que lo hacen característico de entre todos los chiles.
A raíz de la sequía que atraviesa Sonora, desde el 2020 y al parecer este año igual, no se sabe cuánto chiltepín habrá, porque al estar esperando los tiempos de lluvia no existió riego para estas plantas, ya que el año pasado fue un dilema el hecho de que si se regaban o no la siembra de chiltepín. Quienes lo llegaron a regar pues cosecha obtuvieron y quienes se esperaron a los tiempos de la naturaleza, lamentablemente, cosecha perdieron.
Además de la práctica artesanal de las mujeres sonorenses para la recolección de nuestro característico chile, cada situación que se lleva a cabo para concluir el proceso del chiltepín antes de ser disfrutado en los paladares, lo hace sumamente valioso, alcanzando el precio de mil pesos el kilo; aclarando que puede incluso subir tras esta sequía.
Los sonorenses somos bendecidos por la naturaleza y por supuesto por el chiltepín, hay que recordar que las pequeñas cosas son las que marcan la diferencia, este pequeño chile ya sea verde o rojo (en su punto maduro), nos sazona los alimentos y las pequeñas cosas siempre nos sazonan la vida.
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